miércoles, 11 de septiembre de 2013

MAS SOBRE EL SENADOR DOMINICANO FELIX EL BAUTISTA

La suerte del senador

El senador exhibe riquezas que hace una década no podía mostrar. Posee prósperas empresas que progresaron al mismo tiempo en que el ahora legislador era funcionario del gobierno. Impresionante su millonario patrimonio construido en pocos años en la política y los negocios, o mejor dicho, en el negocio de la política. Ante lo que debería ser un normal cumplimiento de lo que está estipulado en la Constitución, de que al funcionario público le corresponde demostrar el origen de sus bienes, el senador prefiere callar y la autoridad competente archivar.

Voces nacionales e internacionales hacen múltiples denuncias, con pruebas irrefutables, sobre las malas prácticas del congresista sin que pase absolutamente nada. El senador se siente tan protegido por el líder, sus pares, su partido y la justicia, que desafía a los que osan denunciarlo. Ante la seguridad de que no habrá una sanción judicial, no teme a la condena moral.
Sabe que la nuestra es una sociedad corroída por el clientelismo y no importa cuán caro resulte, tiene los recursos para cubrirlo. La ineficiencia del Estado y sus políticas sociales, permiten que la caridad social de particulares le sirva para ganar lealtades y encontrar apoyo popular, no importa la gravedad de sus “indelicadezas”.

Es tal el poder político y económico del senador, que por encima de lo que establecen las leyes, él puede decidir quién le investiga. De esta manera, parciales investigaciones rigurosamente realizadas por sus iguales en el Senado, demostrarán su consabida inocencia.

El control externo no encuentra indicios que comprometan la responsabilidad penal del senador cuando éste era funcionario. No importa que haya gestionado préstamos internacionales sin la aprobación del Congreso o que en la construcción de una obra haya hecho enmiendas al presupuesto que lo incrementaron en un 110%, cuando la ley establece un máximo de un 25%.

Una vez concluidas las investigaciones del Senado, cuyos resultados son conocidos de antemano, el senador amenaza con demandar a sus denunciantes. Es tal la inversión de valores y la genuflexión de las instituciones ante el poder político, que no dudo que el senador alcance su propósito. Vaya suerte la del senador, de vivir en un país donde la memoria colectiva es tan débil y en el que predomina un régimen de tanta impunidad.

Sin embargo, como San Juan, “la voz que clama en el desierto”, cada vez más ciudadanos y ciudadanas seguirán clamando ante los ensordecidos oídos de nuestro sistema político, hasta que al fin se haga justicia. Entonces, el dichoso senador se dará cuenta que la suerte no dura para siempre.

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