jueves, 5 de septiembre de 2013

FALTA CONTROL DE CALIDAD EN PRODUCTOS DE CONSUMO COMO EN LOS POLITICOS DOMINICANOS

 FALTA CONTROL DE CALIDAD EN PRODUCTOS DE CONSUMO COMO EN LOS POLITICOS DE REPUBLICA DOMINICANA

Como podemos observar mas abajos el pueblo dominicano esta obligado a consumir lo que le ofertan, sin que haya autoridad que se preocupe por el control de calidad de los bienes y servicios y muchos menos en la calidad de los politicos que nos ofrece cada cuatro anos el menu electoral, para seleccionar a las autoridades que rigen los diferentes poderes del estados y los diferentes puestos electivos, y muchos menos en los ministerios y direcciones generales, a continuacion veamos:


UNA
    El salchichón, eso que ahora llaman “Salami”, alguna vez tuvo unos gorditos de grasa de cerdo, y, ¡aunque usted no lo crea! tenía carne.  Eso que ahora comemos llamado “Salami” no ha visto un cerdo ni siquiera en una  foto de la Enciclopedia británica.  El “Salami” es una mezcla de algo que denominan MDM. Pasta que brota  de los desechos del pollo de las grandes granjas mecánicamente deshuesados. Aparte de que sus componentes proteínicos están por debajo de la norma, el nitrato y el nitrito que contiene, más los coliformes fecales, están por encima del límite promedio. En ese punto quedó la guerra aquella de los “Salami”, que hace rato perdió el pueblo dominicano. Lo paradójico de esta derrota  fue que el resultado  de esa batalla admitió un rango de disminución proteínica del producto  como un armisticio auspicioso, y sumió en el silencio cárnico  eterno a la generala que capitaneó el combate.  
Pero  como lección de la historia, es bueno recordar que antes al “Salami” le llamábamos Salchichón, y que traía unos gorditos de grasa de cerdo, y tenía carne.
DOS
         La vaca es un mamífero de cuatro patas, rumiante perteneciente a los bóvidos, con dos cuernos y ubres de dimensiones considerables. Es la muy famosa consorte del toro, e, históricamente, la humanidad ha aprovechado sus carnes y su leche. Ese perlino líquido de la vaca es  un alimento fundamental, y antes se vendía en botellas y bidones, y las amas de casa  la hervían hasta que “subía” y hacía la “nata”. Era un placer verla desparramarse en una lava blanca que rápidamente el fuego esculpía alrededor del jarro de aluminio.   Los jóvenes de ahora  no conocen la nata porque ya no se vende leche, sino  unas soluciones lácteas  en polvo  que han sustituido casi por completo  al perlino líquido de la consorte del toro. Como el “Salami”, la leche que consumen los dominicanos es solo una ilusión, una figuración de lo que dice ser el etiquetado. Porque, si en el “Salami”  no hay carne, en la leche en polvo que nos venden la consorte del toro ha puesto muy poco.
TRES
El peor sainete de la vida social dominicana es el de la venta de medicinas falsificadas. Uno se queda asombrado, petrificado, descuajeringado, cuando ve que durante tantos años en una provincia del país se comercian medicinas falsificadas sin que ninguna autoridad pueda imponer la ley y la razón. En su pequeño libro “Meditaciones pascalianas” Pierre Bourdieu dice que “Los más desposeídos, los más carenciados, son  quizás quienes han perdido la lucha simbólica por ser reconocidos, por ser aceptados como parte de una entidad social reconocible”. ¿No son los pobres, en la ilusión de sanarse, quienes consumen estos placebos engañosos? ¿Cuántos dominicanos habrán muerto por ingerir estas “medicinas” vendidas a la vista de todo el mundo? ¿Es que los pobres “han  perdido la lucha simbólica por ser reconocidos”, que las autoridades ni siquiera se inmutan ante un mercado público que es un crimen vulgar?
Bauta Rojas (¡Uff!), el anterior ministro de Salud Pública, se declaró incompetente frente  al espectáculo de la venta pública de medicina falsificada. El actual, ante la pregunta de un periodista, dijo que “estudiaría el problema, y que lo conocía”.  Píldoras inocuas, grageas inofensivas, jarabes insidiosos, pócimas mentirosas, inyecciones piadosas que horadan la esperanza;  ofrecidos  impávidamente en un mercado insólito de irresponsabilidades, al final de cuyo pasillo sólo espera, agazapada, la muerte inexorable de los necesitados. 
CUATRO
   La lección de la historia  que nos  deja  cada una de estas viñetas es que, en la República Dominicana,  las cosas no son lo que parecen; y que quienes tienen que defender al pueblo se pliegan a los poderes fácticos del comercio. Peor aún:  que no hay límites a la hora de explotar una fuente inagotable de ganancias, cuanto más utilizada más copiosa; ni autoridad que nos defienda. ¡Oh, Dios!

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